lunes, 4 de mayo de 2009

Necesidades Educativas Asociadas a la Audición

La capacidad auditiva es esencial para las personas, más aún para los niños y niñas en edad escolar, pues de ella depende en gran medida su entendimiento del lenguaje y del habla dentro del contexto en el cual se desenvuelve. La Ear & Hearing (2004) realizó un estudio basándose en las pruebas de habilidad de los niños para expresarse por sí mismos. Allí, se puso de manifiesto que los niños y niñas con pérdida de audición estaban un 26% por debajo de los niños con audición normal en cuanto al habla y a su comprensión.

Las deficiencias auditivas son vistas desde diferentes puntos de vista, tomando en cuenta la parte del oído afectado, deficiencias hereditarias o deficiencias adquiridas, tal como se refleja de inmediato:

1. Según la parte del oído afectado: cuando algún líquido entra al oído medio, debido a alergias o resfriados, los infantes en su gran mayoría sufren, pérdida leve temporal de la audición. Algunas veces, debido a una infección del oído, el líquido se queda en el oído medio y causa pérdida de la audición con el consiguiente retraso para el aprendizaje.

2. Deficiencias hereditarias, las cuales están ligadas a anomalías de transmisión genética.

3. Deficiencias adquiridas, que vienen a ser las dependientes de la madre del infante afectado, es decir, aquellas producidas en la etapa prenatal, neonatal o postnatal.

De acuerdo a esto, puede afirmarse que la pérdida de la capacidad auditiva en los individuos puede ocurrir en cualquier momento de su vida. No obstante, hay que tomar en cuenta que cada educando, así presente deficiencias auditivas; crece, aprende y se integra a la sociedad de un modo particular, sin representar ese trastorno, una limitante para el desarrollo del niño y su capacidad para comunicarse tanto en la sociedad como en la escuela.

Por lo tanto, el estudio de educando con necesidades educativas especiales asociadas a la discapacidad auditiva presenta hoy en día una perspectiva mucho más amplia que hace unas décadas, puesto que desde un modelo educativo oralista, se ha mantenido que la principal necesidad de la persona sorda es el aprendizaje del lenguaje oral como condición previa para acceder al resto de los aprendizajes y contenidos culturales transmitidos por él. Según Ramos (2006: 56):

Hablar de estudiantes sordos es hablar de todos aquellos que tienen una pérdida auditiva. Sin embargo, con el objetivo de clarificar el trabajo educativo es necesario distinguir, por un lado, aquellos niños con deficiencias auditivas que disponen de restos auditivos suficientes para que con las ayudas técnicas necesarias y el apoyo pedagógico preciso puedan adquirir y/o aprender el lenguaje oral por vía auditiva y aquellos otros cuyas sorderas profundas no les va a permitir (o escasamente) el aprendizaje de la lengua oral por vía auditiva y necesitan la vía visual como canal comunicativo y de acceso a la información (lectura labial, lenguaje de signos manuales…).
Tal como lo refiere Ramos (2006), no todas las pérdidas auditivas son iguales, por lo que se hace indispensable un diagnóstico precoz y la rehabilitación adecuada, esto con miras a erradicar la tendencia de que el infante crezca sin un lenguaje.

sábado, 18 de abril de 2009

Educación Bilingüe para personas con Discapacidad Auditiva

El bilingüismo del educando sordo implica la lengua de signos usada por la comunidad de sordos, y la lengua oral usada por la mayoría oyente, En cada niño, las dos lenguas juegan papeles diferentes, pues de acuerdo a lo señalado por Grosjean (1992:9), “en algunos niños predominará la lengua de signos, en otros predominará la lengua oral y en otros habrá un cierto equilibrio entre ambas lenguas”.

Por lo tanto, los niños sordos podrán usar ambas lenguas en su vida cotidiana como miembros integrantes de dos mundos, en este caso, el mundo oyente y el mundo sordo. Según Ortiz (2005), el bilingüismo aplicado a las personas sordas suele hacer referencia al uso de la lengua de la comunidad sorda (la lengua de signos) y de la lengua de la comunidad oyente. En el caso de las personas sordas se da una situación peculiar en cuanto al bilingüismo: en su gran mayoría al nacer en el seno de familias oyentes, el acceso a la lengua de signos se realiza como una segunda lengua y, al carecer la lengua de signos de un sistema convencional de escritura para poder expresarse por escrito, las personas sordas deben aprender inevitablemente la forma escrita de la lengua oral correspondiente.

No obstante, si se habla de la lengua de signos, en el caso particular de personas sordas, debe ser la primera lengua adquirida por los niños con pérdida auditiva. Grosjean (1992) explica que esta lengua permite a diferencia de la oral que los niños y padres se comuniquen plenamente desde edades tempranas si ambos la adquieren rápidamente.

Es por ello, que la lengua de signos juega un papel importante en el desarrollo cognitivo y social del niño y permite la adquisición de conocimientos sobre el mundo circundante, por cuanto permitirá el desarrollo de su identificación cultural con el mundo sordo (uno de los dos mundo a los que el niño pertenece) tan pronto como inicie el contacto con dicho mundo. En base a esto, Grosjean (1992: 4), manifiesta que:

"Es sobradamente conocido que una primera lengua adquirida con normalidad, se trate ya de una lengua oral o de una lengua de signos, estimulará en gran medida la adquisición de una segunda lengua. Finalmente, el hecho de ser capaz de utilizar la lengua de signos será una garantía de que el niño maneja al menos una lengua".

Por su parte, la lengua oral como segunda lengua de los niños sordos, juega un papel relevante en esta comunidad, pues cuando aquellos que interactúan a diario con el niño sordo no conocen la lengua de signos, es importante que la comunicación tenga lugar pero esto sólo podrá suceder a través de la lengua oral, principalmente en su modalidad escrita.

En base a lo expuesto, surge el término educación bilingüe, el cual alude al enfoque educativo en el que en un momento variable y durante un tiempo y en proporciones diferentes, simultánea o consecutivamente, se da la instrucción al menos de dos lenguas (Fischman, 1976, citado en Galcerán, 1998).




Con la educación bilingüe se espera que las personas sordas puedan ser competentes en dos lenguas, pues con la lengua de signos se garantiza que al menos los educandos con sordera dominen una lengua que favorezca su desarrollo, y si se le suma a eso la lengua oral (en su modalidad oral o escrita) puedan integrarse a la sociedad, la escuela, la familia y a todas las personas oyentes con quienes se desenvuelven a diario.